Debió haber sido México,
a ella siempre le gustó México
y Arizona y Nuevo México
y los tacos
pero no las moscas
y ahí estaba yo de pie, durable, visible, arropado, esperando.
El sacerdote estaba enojado:
el había discutido con el chico
por muchos días
sobre el derecho de su madre a tener
un entierro católico
y finalmente acordaron
que no sería en la iglesia
pero el diría unas palabras
en el cementerio.
El sacerdote cuidaba
los detalles técnicos
el hijo no cuidaba nada
excepto la cuenta,
yo era el amante,
y cuidaba pero lo que cuidaba
estaba muerto.
Éramos apenas 3: el hijo, la casera, el amante.
Hacia calor,
el sacerdote agito sus palabras
en el aire y entonces estaba hecho.
fui hacia él
y le agradecí las palabras.
salimos, entramos al auto y manejamos lejos.
Debió haber sido México
o Uruguay o el infierno.
el hijo me dejo en mi casa
y dijo que escribiría
para lo de la lápida
pero yo sabía que mentía,
que si habría una lápida
el amante la pondría ahí.
subí las escaleras
y encendí el radio
y cerré las cortinas.
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